Cuando hablamos de papa probablemente a muchos se le venga a la mente unas deliciosas y crujientes papitas fritas o un sabroso y cremoso puré. Pero, difícilmente visualicemos del tipo de papa del que se está hablando.
La papa es un tubérculo cuyo origen data de hace 8.000 años aproximadamente en la Cordillera de los Andes (América del Sur), en la frontera entre Bolivia y Perú. No hay un número exacto de cuantos tipos de papa existen. Se han logrado contabilizar alrededor de 4.000 variedades, cada una diferente en su tamaño, color y sabor.
La papa roja
A diferencia de la papa blanca y amarilla, que son las más populares a nivel mundial, la roja no se deshace al cocinarse, tiene entre un 90 y 95 % de rendimiento en cocción. También es la que mejor se mantiene en refrigeración.
Asimismo, expertos en artes culinarias señalan que la papa roja tiene una textura harinosa y que absorben muy bien los sabores, lo que la hace ideal para preparar guisos. Otras cualidades es que no se ennegrecen u oxidan y son más fáciles de pelar. La recomiendan mucho para platillos cocidos, no tanto para los fritos.
La papa roja tiene una cantidad menor de almidón que la blanca, pero tiene más azúcar que esta última. La papa roja es rica en zinc, hierro, cobre y vitamina C, que favorecen el sistema inmunológico y la regeneración de tejidos afectados por heridas.
El consumo del tubérculo rojizo incrementa favorablemente el potasio en el organismo y ayuda a nivelar la presión arterial. También se caracteriza por la cantidad de fibra que aporta, disminuyendo los niveles de colesterol en la sangre.
Incentivando la producción
Dadas las bondades de la papa roja el Instituto de Investigación Agropecuaria de Panamá (IDIAP) está incentivando su uso en la comunidad. Por ejemplo, ha impulsado a los productores nacionales a incursionar en la siembra de esta variedad de papa, que según indican los productores es de mejor calidad y sabor que la versión blanca.