La siembra directa, labranza cero o siembra verde, es una revolucionaria metodología basada en la labranza de conservación que fertiliza y ayuda a permeabilizar y ventilar los suelos; evita en los sustratos tanto el desgaste y lixiviación de la materia orgánica como la generación de CO2 (dióxido de carbono), o gases de efecto invernadero (GEI), causados por el arado tradicional.
Se destaca también que uno de sus beneficios es integrar la actividad agrícola con la ganadera.
En esa simbiosis, el ganado, a cambio del alimento que les proveen las pasturas, devuelve nutrientes al suelo, facilitando la generación de materia orgánica.
Impulsada hace 30 años por la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid) esta técnica evolucionó, y es hoy un paradigma mundial de producción agraria sustentable, que la FAO ha dado en denominar Agricultura de Conservación (AC).
La antigua labranza
En el siglo XX, en la Argentina y en Estados Unidos, y en el siglo XV, entre los incas, hubo pioneros que no utilizaron la metodología convencional del arado.
El antagonismo al arado afirma que hace decaer progresivamente la productividad de los suelos y, a la vez, inyecta oxígeno en el subsuelo, lo que luego genera y dispersa en la atmósfera los GEI.
En verdad el antiquísimo arado tiene su milenario beneficio: dotar de fertilidad inmediata -pero no perenne- al suelo. Al labrar se liberan nutrientes del sustrato y se potencia rápidamente la productividad.
La contrapartida es que la continua labranza no es eterna. El suelo pierde fertilidad. Y el agricultor apela a los fertilizantes artificiales. O abandona la labrantía.
Desafío agroalimentario tras la invasión rusa a Ucrania
La siembra verde ofrece su aporte ante la crisis provocada por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania y su efecto sobre la provisión de granos al mundo. Ambos países están entre los cinco más grandes exportadores de cereales.
Argentina, Brasil, y muy destacadamente, Paraguay, son los principales campos de experimentación latinoamericana de esta técnica, con casi 30 millones de hectáreas de cultivo.
Marcelo Torres, vicepresidente de Aapresid, afirmó al diario argentino Infobae que la guerra en Ucrania exige a la producción agroalimentaria regional un enfoque consistente con metodologías de base científica. Celebró que hoy “Argentina y la región son líderes en producir alimentos, fibras y energías con menor huella de carbono, bajo esquemas basados en la ciencia y la tecnología”. Al respecto, subrayó: “tenemos el conocimiento, la experiencia y las herramientas”.
Ante la controversia sobre el uso de herbicidas para el combate contra las malezas que exige esta metodología, opiniones científicas anteponen claros beneficios ambientales, ya que al reducir el arado se evita la erosión del terreno. A la vez que subrayan que existen herbicidas inocuos para el ambiente, y de bajo costo.
Sostiene Alejandro Petek, presidente de Aapresid, que la siembra directa en sólo el 10% de la superficie de cultivo puede “reducir hasta un 60% el impacto ambiental asociado al uso de herbicidas y a la mitad el número de aplicaciones». Agrega que, también implica “reducir el uso de fertilizantes nitrogenados de origen sintético en 900.000 toneladas”, así como “aprovechar 9,5 billones de litros de agua, y mantener el equilibrio hídrico a nivel regional”.
Asociación Uruguaya pro Siembra Directa – AUSID (enlace externo)